Proyecta aquel bastión, ya noble ruina,
su imagen sobre el Sil que voluntario
recoge tan preciado relicario
de Historia y tradición que ella origina.
No lejos, el Santuario de la Encina.
El manto maternal y el del templario,
refugio en el dolor y al fin sudario,
son nota y distinción ponferradina.
A impulso de una fuerza perentoria,
brioso el corazón y el alma inquieta,
en larga y obstinada trayectoria,
corriendo en el sentido de la Historia a
alcanza a rebasar siempre la meta
y el sueño ocasional de algún poeta.
lunes, noviembre 04, 2013
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario